Séquitos de fieles adormecidos por el silencio de la espera, paciente y coherente, ven sacudidos sus corazones por segunda vez. De la noche a la mañana, el vacío trascendental que provocó un certero pitón hundido en las carnes, allá por las hermanas tierras mejicanas, ha desaparecido. O casi. Al menos, las ilusiones y sueños paliarán la ausencia y alimentarán las almas de quienes ansían arrancar de cuajo las páginas del calendario.
La dimensión de la Fiesta trasciende más allá de los nombres propios, pero a su vez no se explicaría igual sin ellos. Quizás, en los volubles e inciertos tiempos que corren sean más necesarios que nunca. Son ellos quienes tienen la responsabilidad de erigirse como los faros que guíen con sus actos, en el ruedo y fuera de él, a las legiones de defensores de la tauromaquia. Unas legiones caóticas y heterogéneas que involuntariamente, quiero pensar, son las que producen las fisuras y rendijas que nos hacen vulnerables. Ya se ha visto hasta donde han llegado unos pocos a base de orden, aderezos y mixturas.
Sin obviar los valores artísticos y románticos de este sonado regreso, algo que admite opiniones porque para eso están los gustos de cada uno, lo que arrastra esta noticia tras de si es algo más. Basta con ver la repercusión mediática de la buena nueva para ver lo que se recupera. Un altavoz, un símbolo, un baluarte, una imagen reconocible y escuchada en todos los ámbitos sociales.
Por ello es tan importante la vuelta a los ruedos de José Tomás. Con él, no sólo ganamos en interés en el ruedo. También ganamos minutos de reivindicación. Más páginas, fotografías, videos y titulares en los medios. Es obligación de todos aprovecharlo de la manera correcta. Y, ¿por qué no decirlo? Puede ser el momento de recapacitar de una vez por todas sobre el recurrente tema de las televisiones.
En los últimos tiempos, jóvenes toreros como Talavante o Manzanares están preocupándose por la difusión de la fiesta y el contacto con la afición a través de nuevos canales de información. Muestran una imagen cercana, afable, rejuvenecedora y dialogante muy positiva para los taurinos. Ese es el camino. Vivimos en la sociedad de las apariencias, y los toros no son una excepción.
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